Covarsí Carbonero, Jaime


Nombre:

Jaime Covarsí Carbonero 

 

Origen:

Barcelona 1975 

 

Identidad:

Profesor y novelista.

 

Contacto

jcovarsi@hotmail.com



Biografía

Escritor cacereño licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla, donde obtiene el Premio Extraordinario de Tesis Doctoral en el año 2005 por su trabajo sobre un texto medieval: “El Roman de Flamenca: estudio y traducción de un tratado amoroso occitano”. Durante su periodo como docente universitario se especializa en la investigación de la literatura medieval y renacentista, destacando también su interés por el Romancero de tradición oral.

 

Asimismo, y en fechas más recientes, se doctora en Filosofía, también en la Universidad de Sevilla con la Tesis “Homo narrator: consideración ontológica de la condición narrativa del hombre en Ricardo Piglia”, en la que recibe también la calificación de Sobresaliente cum laude por Unanimidad.

 

En el año 2015 publica su primera novela, "El bastón de avellano", ficción compuesta para homenajear al propio Roman de Flamenca. Su segunda novela, "Cartas del apócrifo Cervantes", trata de dar respuesta a uno de los misterios más importantes de la Filología Hispánica, a saber: la identidad de Avellaneda.

 

Su última novela, "El mal necesario", es una “pseudo-novela” negra en la que se experimenta con los límites del género. ¿Es posible escribir una novela negra con una ausencia total de acción?

 

Su último trabajo, Entrecalles, es un libro de relatos urbanos escritos “a la limón” con la escritora sevillana Eva Márquez, donde se plantea un juego de respuestas literarias.


Obra publicada

-El Roman de Flamenca, Universidad de Murcia, 1ª ed. 2010; 2ª ed. 2019)

-El bastón de avellano (Tau, 2015)

-Mano a mano (Tau, 2015)

-Cartas del apócrifo Cervantes (Tau, 2016)

-Poesía terapéutica (Desclée de Brouwer, 2016)

-Entramados (Tau, 2016)

-Las cartas de Esquivias (Tau, 2016)

-El mal necesario (Tau, 2017)

-Entrecalles (Ediciones en Huida, 2018)


Texto

Recuerdo la tarde de finales de octubre, apenas un mes antes de irse para siempre. Escuchábamos a Tchaikosky, por supuesto. Me miró con cierta ternura y me dijo que creía en el amor de lejos. No comprendí lo que quería decir ni por qué usaba esa expresión. Desde luego que lo interpreté luctuosamente, dadas las circunstancias, y le dije que siempre la querría. Sonrió sin contestar. Quizá porque carecía de importancia lo que nos dijéramos, no lo sé, todavía no estoy seguro, pero afirmó que lo sabía. Luego me preguntó si yo me sentiría querido, querido por ella, una vez que hubiera partido. También dije que sí sin comprender demasiado el significado de mi respuesta. No podía permitirme trivializar la conversación con un estúpido discurso sobre la naturaleza del amor, la muerte y esas cosas. Era mejor callar. Esperar. Quizá por eso ella no añadió nada más, tan solo reinició los primeros compases de «La patética» y cerró los ojos mientras cantaba el fagot. 

 

En las escaleras de la pensión, detrás de los zapatos de Braulio, canturreé los primeros compases de la sinfonía en si menor. Entonces fue cuando se giró Braulio. Su cara parecía complacida. Me miró desde la altura de sus tres escalones de más y me dijo que no me preocupara, que Tchaikovsky también había sido homosexual. En aquel instante me di cuenta de la similitud de sus ojos con los de Pilar, y me sentí querido.

 

(“Interior en si menor”, Entrecalles)